Las Disonancias del Vino

El Blog de Wine Loves Music.
Neuronas, marketing, música, vino y algo más….

El Vino es lo que Escuchas

¿No te ha pasado alguna vez que un mismo vino lo percibes diferente cuando lo consumes en un momento u otro? A mí me pasa continuamente…

Hay una serie de factores totalmente ajenos a las propiedades organolépticas del vino que hacen que lo que percibas de un modo u otro; unas veces más alcohólico, otras más afrutado, otras más agrio. Algunos son imposibles de controlar, los llamados factores endógenos, tales como los alimentos ingeridos previos a su consumo, la temperatura ambiente, la presión atmosférica, ciertas afecciones digestivas y bucales etc.

Pero hay otros que son perfectamente controlables, y son los derivados de los procesos sinestésicos que se producen en tu cerebro cuando consumes vino fuera de un entorno controlable, ya sea una sala de catas por ejemplo, o similar.
Uno de los factores que más influyen es “el sonido”. Si, como lo oyes; el sonido afecta al modo en el que percibes un vino cuando lo consumes bajo ese estímulo sonoro. Puedes saber más de este curioso efecto en mi video “Las Disonancias del Vino”, pero hoy vamos a dar un paso más y no solo lo voy a explicar, lo vamos a experimentar.

Verás, cuando tu cerebro se ve sometido a un estímulo sonoro, no solo el oído se pone en acción, sino que una cierta proporción de neuronas correspondientes al bulbo olfativo también se ponen en marcha.

Voy intentar explicarlo del modo más ligero posible:
El olfato, a diferencia del resto de estímulos, no sigue en tu cerebro las rutas estándar marcadas para la recepción, asimilación y respuesta de los mismos. El olfato activa directamente tu sistema límbico, donde radican tus emociones, y el sistema límbico tiene la capacidad de poner en acción tu aparato motriz en un tiempo récord. Cuando hueles de repente algo desagradable, te llevas la mano a la nariz inconscientemente, no tienes que pensarlo, es como un acto reflejo. No viene al caso, pero la música también activa tu sistema límbico en décimas de segundo.

Ahora imagina que te encuentras en mitad de la sabana 10.000 años atrás. Estás bebiendo agua de un charco, con todo tu cuerpo en alerta, miles de criaturas se mueven por los alrededores en busca de alguna presa fácil que llevarse a la boca.
Los depredadores tienen una manía muy fea, y a mi juicio de muy mala educación: no avisan cuando van a atacar, es más, se esconden e intentan por todos los medios que ni los veas ni los escuches. En tal situación, si tu olfato siguiera los mismos circuitos que el resto de estímulos, el proceso sería algo parecido a esto:

1-Mi bulbo olfativo percibe ligeramente un olor un tanto rancio con cierto aroma a alitosis y pequeñas moléculas de excremento.
2- Envía la información al córtex cerebral para que la procese y decida que hacer con ella.
3.-El cortex cerebral desgrana esa información y la envía al lóbulo occipital, a ver si tienen algún dato en los “archivos” del cerebro que le de algo de luz al asunto.
4.- El lóbulo occipital emite un informe: Atención, ese olor se corresponde con una leona hambrienta.
5.-El córtex recibe la información y comunica al aparato motriz que corra lo más rápido posible.

Si, lo has adivinado, ya te habrían comido. Por eso el olfato activa directamente el sistema límbico, el cual al recibir esa información pulsa el botón rojo de ¡PELIGRO! Y hace que corramos y corramos, y después de unos cuantos metros pensemos ¿Y yo porqué corro? Ah sí, había un león cerca.

Pues bien, ahora imagina que no lo hueles, sólo lo escuchas: una pisada tenue sobre la hierba seca, el roce de una piel con un arbusto…pues nuestro cerebro es tan inteligente cuando se trata de protegernos, que ha diseñado un mecanismo en virtud del cual ante un estímulo sonoro el olfato también se pone en acción, con el simple objetivo de ponerte en marcha rápidamente. Por eso lo que escuchas, modifica lo que hueles.

Tras estas breves nociones de neuronas y antropología, volvamos al efecto del sonido sobre la percepción de un vino.
Yo llevo más de siete años investigando sobre cómo los sonidos alteran los aromas y texturas del vino. Tranquil@, no te voy a redactar aquí todo mi trabajo, además de aburrirte estaría regalando aquello con lo que pago mi hipoteca. En este artículo, como he dicho, quiero que lo experimentes.

¿Preparad@? Vamos allá. Sírvete una copa de cualquier vino “decente” que tengas a mano, y hazte con unos auriculares tipo cascos. Primero prueba el vino tal cual; huele y degusta. Luego dale al play en los reproductores que verás a continuación, tápate los ojos (muy importante) y repite la operación.  Venga, te espero; ¡sírvete una copa!

Experimento Uno: Reducción de la percepción alcohólica

Experimento Dos: Realce de los aromas primarios

Experimento Tres: Persistencia de los aromas procedentes de la barrica

Esta capacidad de los sonidos y la música para alterar la percepción olfativa y táctil del vino, es de mucha utilidad a la hora de vigilar el decorador sonoro de nuestro local o restaurante, maridar música con distintos vinos, recomendar play lists para su degustación y un sinfín de aplicaciones prácticas.

¿A qué suenan tus vinos…?